El Imperio Otomano unía mucho del Mundo Árabe durante siglos. En el siglo 19, empezó a deteriorarse, y los poderes imperialistas de Europa intentaron asegurar su influencia en la región. El Reino Unido, por ejemplo, ocupó Egipto para ‘proteger sus intereses’ en el Canal de Suez.
Cuando el imperio se acabó definitivamente después de la Primera Guerra Mundial, el Reino Unido y Francia ya habían acordado dividir los viejos territorios otomanos entre sí. (Rusia iba a participar en este acuerdo pero, con la Revolución Bolchevique en 1917, el país había renunciado a sus derechos imperialistas en la región.) Esta división arbitraria de territorio en el Medio Oriente creó muchos de los conflictos que vemos hoy. En particular, la comunidad kurda se quedó sin país, y estaría repartida entre Turquía, Siria, Irak, e Irán, donde estaría marginalizada, excluida, y reprimida durante décadas.
El Reino Unido, en su búsqueda de alianzas durante la Primera Guerra Mundial, había prometido ambos una nación unida para los árabes y una nación para los judíos sionistas. Intentó instalar monarquías en la región entera, y permitió que miles de sionistas entraran en Palestina – creando grandes tensiones con la población local.
Una de las monarquías apoyadas casi desde el principio por el Reino Unido fue la saudita. Durante el siglo 18, el ‘wahabismo’ (una violenta corriente puritana y chovinista del Islam suní) se unió con la tribu Al-Saud, que vio las creencias del wahabismo como una forma de asegurar su dominio político en la península arábiga. La alianza brutal y extremista fue oprimida por el Imperio Otomano, pero volvió a surgir después de la caída del imperio. Logró el apoyo del Reino Unido por buscar maneras menos violentas de difundir su mensaje puritano.
Aunque dominaba Arabia Saudita, el wahabismo fue una corriente menor en el Islam hasta el descubrimiento de petróleo en 1938. No obstante, cuando formó una alianza con los EEUU después de la Segunda Guerra Mundial, el país se convirtió en un poder muy importante en la región, y pudo mejorar la posición del wahabismo en el Mundo Árabe gracias a los nuevos ingresos petroleros. Hoy en día, Arabia Saudita invierte cientos de millones de dólares en la creación de escuelas, mezquitas, periódicos, y grupos wahabitas por todo el mundo.
Con la caída del imperio otomano, había un número de movimientos en el Mundo Árabe que quería resistir el dominio de los imperialistas europeos. En Egipto, una forma inclusiva pero a la vez autoritaria del nacionalismo Árabe creció gracias a la figura carismática de Gamal Abdel Nasser a partir del alzamiento de 1952. En Irak, los nacionalistas árabes del Partido Baaz llegaron al poder gracias a la CIA en 1963, aunque no resultaría ser un títere tan confiable. En Siria, el mismo partido también ganaría el poder en 1963, aunque muy pronto se acercaría a la unión soviética. En los dos países, dominaría una elite militar que no permitía oposición política y que perseguía a los grupos étnicos que no eran árabes.
Mientras tanto, Turquía buscó recuperar un poco del poder que había perdido al derrumbe del imperio otomano, e instaló un régimen secular y nacionalista, que buscaba asimilar las minorías a la sociedad turca. Si alguien resistiera, sufriría las consecuencias. Sin embargo, la población significativa de kurdos en Turquía frecuentemente resistiría esta asimilación y opresión. El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), fundado informalmente en 1973 con principios marxistas y antifascistas, fue reprimido junto con otros izquierdistas en Turquía. Entre 1984 y 2010, libró una lucha guerrillera contra el Estado Turco, y aproximadamente 45.000 personas murieron. Hasta 150.000 kurdos desaparecieron en este periodo.
Alrededor del 2005, el PKK adoptó la idea del ‘confederalismo democrático’ (una ideológica ecologista, libertaria, y horizontal que acepta ser parte de una confederación si las áreas kurdas gozaran de un alto grado de autogobierno). La Confederación de Pueblos del Kurdistán (KCK), con vínculos con el PKK, se formó en el mismo año con el objetivo de fomentar el conocimiento, la unidad, y la organización en las comunidades kurdas, junto con la igualdad y la libertad para todas las etnias y religiones de la región.
Mientras se desarrollaba el cambio dentro del PKK, los kurdos de Irak obtuvieron más autonomía del gobierno nacional gracias a la invasión occidental de Irak que derrocó al líder Baazista Saddam Hussein. Mientras los seguidores de Hussein resistían la invasión, el nuevo gobierno chiita en Irak empezó a implementar políticas que excluían a los otros grupos religiosos y étnicos en el país (y ayudaban más a los ciudadanos de la rama chiita del Islam). Gracias a estas tensiones, el extremismo wahabita empezó a crecer en el país.
Cuando la Revolución Tunecina detonó la ‘Primavera Árabe’ del 2011, el imperialismo occidental sufrió la caída de regímenes amigos en países como Túnez y Egipto. Cuando protestas llegaron a países enemigos como Libia y Siria, el occidente por fin decidió ‘ponerse al lado del Pueblo’, viendo una oportunidad para derrocar gobiernos que no eran confiables o serviles al imperialismo (Nota: todo esto no significa que Gadafi y Assad no encabezaban regímenes represivos y parasíticos).
Con la intervención occidental en Libia, los grupos extremistas islámicos crecieron en fuerza. Derrocar a Gadafi fue la prioridad para el occidente. Asegurar la estabilidad política o seguridad popular nunca fue el objetivo. Y pronto, lo mismo pasó en Siria. Las tensiones étnicas y religiosas en la región se desbordaban, y las fuerzas de Assad cometían crímenes contra el Pueblo. El occidente vio otra oportunidad para interferir en la política de la región.
Arabia Saudita y Qatar, con el apoyo económico y militar de los Estados Unidos, entrenaron y armaron a sus aliados wahabitas en Siria y el extranjero, y los mandaron a luchar contra el régimen Baazista de Assad. Mientras tanto, el gobierno turco islamista dejaba que cruzaran grupos opositores al país vecino. Las protestas populares se convirtieron en una guerra civil y, desde el principio del conflicto, era obvio, debido a la injerencia de los países wahabitas (aliados importantes del imperialismo occidental), que el islamismo wahabita iba a dominar la oposición anti-Assad. El crecimiento del Estado Islámico (EIIL) en la región ha sido una consecuencia de todo este entremetimiento.
Sin embargo, la rama del PKK en Siria, el Partido de la Unión Democrática (PYD), también se aprovechó del caos creciente en Siria. Durante 2012, sus fuerzas armadas – o Unidades de Protección Popular (YPG) – expulsaron a las fuerzas gubernamentales. Oponiéndose a los extremistas wahabitas y a las fuerzas de Assad, establecieron territorios autónomos en las áreas kurdas del norte del país. En 2013, expulsaron a un grupo de yihadistas en Ras al-Ayn, y en 2014 han combatido fuertemente contra los wahabitas del EIIL, a veces en colaboración con el Ejército Libre Sirio. Compuestas por mujeres y hombres de Rojava (Kurdistán sirio), las YPG se consideran milicias populares y democráticas, y elecciones internas determinan quienes ocupan los puestos más importantes. Aunque la mayoría de los miembros son kurdos, también participan árabes y siríacos cristianos, quienes ven al grupo como el mejor garante de seguridad regional.
En agosto de 2014, el EIIL entró en Sinyar en Irak, causando un éxodo masivo de residentes (especialmente de la comunidad yazidí) y la derrota de las fuerzas del Kurdistán Iraquí. Sin embargo, gracias a las YPG y las Fuerzas de Defensa Popular del PKK (HPG), miles de yazidíes lograron escapar a Rojava y Turquía. Actualmente, las YPG no han recibido ningún apoyo económico o militar de afuera (tal vez debido a la alianza entre el occidente y Turquía – un miembro de la OTAN, pero probablemente debido principalmente al socialismo libertario practicado por el PYD en Rojava). Como resultado, han sufrido derrotas a manos del EIIL, que tiene amplios recursos económicos y militares.
Si el experimento de Rojava sobrevive el avance del EIIL o no, habrá demostrado que existe una alternativa al conflicto, explotación y opresión en la región (y el mundo). Por ahora, es importante compartir lo que está pasando en Rojava y, si posible, ofrecer nuestro apoyo y solidaridad con su revolución.